jueves, 18 de diciembre de 2014

Roma no paga traidores


Maximiliano Basilio Cladakis


- Pasen muchachos - dijo el Director, sentado frente a su escritorio, relajado, con sus codos sobre los apoyabrazos de una silla giratoria. En un sillón ubicado a su derecha, el Vicedirector ojeaba un libro. Cuando vio a los dos hombres en la puerta de la gigantesca oficina, levantó por un segundo la vista y su saludo se redujo a un mero gesto con la cabeza.

Los dos hombres entraron. Vestían como lo que eran, oficinistas. Pantalones de jeans, camisas blancas, zapatos marrones. Tenían entre cuarenta y cuarenta y cinco años. Uno era calvo, regordete, no medía más de un metro setenta. El otro era delgado, apenas más alto, tenía cabello claro y lo llevaba corto. El calvo entró primero, el otro lo siguió, más tímido, más inseguro. Cuando estuvieron frente al escritorio, el Director les dijo, sonriendo:

- Siéntense, muchachos, pónganse cómodos ¿Qué quieren tomar?

- Un café estaría bien.

- Para mí también.

El Director apretó un botón. A los pocos segundos, entró una joven voluptuosa a la habitación.

- Sonia, trae dos cafés, un té… ¿vos querés algo?- le preguntó al Vicedirector. Este hizo un gesto negativo con la cabeza.

- Bueno, muchachos- dijo el Director- Imagino que saben porque los llamé.

Los dos oficinistas asintieron con la cabeza. El director volvió a sonreír. El Vicedirector seguía ojeando el libro.

- ¿Qué pasa con Carlos? ¿La gente como lo ve? Me enteré que varios firmaron. Me llama la atención … y, a decir verdad, me duele.

Los dos oficinistas volvieron a asentir con la cabeza. No el calvo, sino el otro, dijo con voz trémula:

- Yo no firme…

El Director giró la silla y detuvo su mirada en un cuadro de naturaleza muerta que colgaba a la izquierda de su escritorio.

- Ya lo sé, ninguno de ustedes dos firmó, los conozco, nunca harían algo así.

- No quieren a la empresa- pronunció el calvo, en un tono donde se entrecruzaba la obsecuencia y la indignación.

El Director se volvió hacia el calvo. Lo miró, fijo, a los ojos e inclinó levemente su cabeza hacia la derecha. El calvo se sintió regocijado. La mirada lo penetraba, se sentía al borde de un orgasmo. El otro agachó la cabeza.

- No quieren a la empresa- volvió a pronunciar el calvo, ahora con una convicción mayor- No se sienten parte de ella. Cada uno hace lo que quiere.

El Director sonrió. Entró la joven voluptuosa con una bandeja. Dejó los dos cafés y el té sobre el escritorio.

El Director revolvió con una pequeña cuchara la infusión.

- Pero no todos son así ¿no?

- No, todos no, pero hay muchos. No trabajan, faltan cuando quieren y se quejan. Carlos los compra, les hace promesas de que van a estar mejor cuando armen el gremio- dijo el calvo- Quiere dirigirlos, manipularlos, con eso les saca de todo. Incluso se rumorea que se está acostando con Claudia, la de Ventas.

- Lo sé- dijo el Director- Hay personas que son así. Es muy triste.

- Sí, claro – volvió a decir el calvo, levantando la voz, transpirado- Son personas egoístas, con las que no se puede construir nada, no tienen puesta ninguna camiseta, salvo la de ellos mismos. Cada cual busca lo suyo. La empresa nos da todo y ellos buscan más, siempre más.

El Director bebió un sorbo de té y asintió con la cabeza.

- ¿Y ustedes que piensan acerca de la posibilidad de que se arme un gremio acá?

- ¡Es una locura!- grito el calvo- Nosotros estamos más que bien. Ellos buscan un amo, y Carlos está dispuesto a serlo. Nosotros no queremos nada de eso, nosotros queremos a la Empresa. La Empresa es, para nosotros, una gran familia. Carlos busca poder, y por eso quiere generar una grieta. Yo hace siete años que trabajo acá, cada logro de la Empresa lo siento como propio. La Empresa cambió mi vida, a mi mujer la conocí acá, igual que mi compañero a la suya, también a mis amigos, a mis mejores amigos. Yo soy alguien, soy alguien por la Empresa. Mi vida y la vida de la Empresa son una sola y misma cosa.

El otro oficinista asintió, algo incómodo, en silencio.

El Director volvió a sonreír.

- Muy bien, muchachos. Yo ahora tengo una reunión. Les pido que presten atención a lo que pasa. La semana que viene nos volvemos a juntar. Tal vez podamos ir a cenar.

- ¡Claro!¡Sería un honor!- gritó, efusivo, el calvo.

Los dos empleados se levantaron de sus asientos, saludaron al Director y al Vicedirector y se fueron de la oficina.

El Director volvió a detenerse sobre el cuadro de naturaleza muerta. Luego miró al Vicedirector.

- Mañana nos juntamos con Carlos y le ofrecemos un aumento. Que haga el gremio pero que no nos joda. A estos dos los tenemos dos meses más y los echamos. Sobre todo al pelado. Si nos meten en un quilombo con el gremio, nos van a hacer quedar mal con el resto de los empleados.

El Vicedirector balbuceo un “sí”, desinteresado, ausente, mientas seguía ojeando el libro.

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